La dieta mediterránea es un conjunto de hábitos alimentarios y de estilo de vida tradicionales de las regiones mediterráneas. La alimentación mediterránea se define como un modelo de alimentación muy variado, basado principalmente en productos frescos, locales y de temporada. Se acompaña de un estilo de vida activo y de la socialización en la preparación, el momento de las comidas y las sobremesas. El placer de comer es clave, y requiere un aprendizaje y exposición a alimentos saludables desde la infancia.

La dieta mediterránea es el patrimonio resultante de milenios de intercambios en la cuenca mediterránea que han definido y caracterizado la cultura alimentaria y estilos de vida de los países de esta región. El término Mediterráneo procede del latín “mediterraneus” que significa “mar entre tierras”. La marcada estacionalidad de los alimentos producidos en esta zona ha contribuido a la variedad alimentaria de la dieta que, a su vez, se asocia a un menor impacto medioambiental.

La dieta mediterránea se asocia a la prevención de enfermedades cardiovasculares (infarto, ictus, etc.), hipertensión, diabetes y cáncer. Una dieta mediterránea junto con un estilo de vida activo puede ayudar a las personas a lograr y mantener una buena salud y a reducir el riesgo de padecer enfermedades crónicas en cualquier etapa de su vida. Los resultados del estudio PREDIMED, en el que participan investigadores de las Islas Baleares han puesto de manifiesto que seguir la dieta mediterránea se asocia a una mayor esperanza de vida.

El patrón dietético mediterráneo presenta un menor impacto medioambiental debido al alto consumo de vegetales y moderado de productos de origen animal. La dieta mediterránea no solo es un modelo cultural, sino también un patrón alimentario saludable y sostenible.

La ingesta abundante de grasas procedentes mayoritariamente del aceite de oliva y de otros alimentos como aceitunas, frutos secos y semillas oleaginosas hacen única la dieta mediterránea en comparación con otros patrones de alimentación saludable, como son la dieta japonesa, la vegetariana o la de los países nórdicos.

Otro distintivo clave es que ajusta la gastronomía a la temporalidad de los alimentos disponibles en las distintas estaciones, lo que supone una amplia variedad de recetas gustosas tanto para diario como para las festividades culturales y religiosas, días en los que se consumen alimentos especialmente ricos en grasas y azúcares, junto con otras combinaciones de los utilizados a diario. El exceso de días puntuales en el año no afecta a la dieta diaria que es la que realmente tiene la capacidad de influir en nuestra salud.

Una forma rápida de saber el grado de seguimiento o adherencia a la dieta mediterránea es responder a un sencillo cuestionario de 14 puntos que se desarrolló en el estudio PREDIMED (PREvención con DIeta MEDiterránea).

Una persona sigue la dieta mediterránea si:

  • Consume al día 3 raciones de fruta del tiempo y al menos 2 de verdura (una en crudo como la ensalada y otra cocinada) y granos integrales y derivados como el pan;
  • 3 veces a la semana legumbres, pescado o marisco y frutos secos;
  • Menos de 3 veces a la semana carne (eligiendo preferentemente las de ave y conejo) y muy ocasionalmente embutidos y fiambre, dulces y bollería, bebidas azucaradas o grasas de origen animal (mantequilla, margarina).
  • El aceite de oliva virgen extra es el que se usa para comer y cocinar, y también es típico el uso del sofrito de tomate y verduras para cocinar.

La dieta mediterránea fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2010 como cultura alimentaria que equilibra a las personas con su entorno natural, y con su mundo social y cultural. Un estilo de vida que tiene muchos beneficios para la salud de las personas y del medio ambiente, y que hay que salvaguardar por el bien de las generaciones futuras y del planeta. La dieta mediterránea se considera un legado que debemos mantener y transmitir a las siguientes generaciones.

Los alimentos frescos, como las frutas, verduras, frutos secos, legumbres, etc., y otros procesados como el aceite de oliva o el pan son alimentos básicos en la dieta mediterránea. Es importante que se cultiven cerca de donde se consumen, ya que las condiciones de recogida, almacenaje y transporte, por ejemplo, en las frutas y verduras frescas, pueden determinar su calidad sensorial y nutritiva, su durabilidad, y la huella medio ambiental asociada al transporte.

Con el consumo de alimentos frescos y procesados producidos en el entorno contribuimos al desarrollo local, a proteger la biodiversidad de variedades autóctonas, a la sostenibilidad del sistema alimentario, y también a facilitar el acceso a precios justos para los productores y consumidores. Consumir alimentos de temporada y producidos en el entorno de proximidad es uno de los principios básicos de la dieta mediterránea.

La soberanía alimentaria es la capacidad de cada pueblo para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la seguridad alimentaria y nutricional. Ello implica la protección del mercado doméstico contra los productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional, y contra la práctica de la venta por debajo de los costos de producción.

En septiembre de 2015, 193 países entre ellos España, aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los ODS constituyen una agenda de 17 puntos y 3 de ellos tienen una relación directa a favor de sistemas alimentarios sostenibles y dietas saludables:

  • ODS 2: Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
  • ODS 3: Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades.
  • ODS 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.

La dieta mediterránea es un modelo dietético que genera menos gases de efecto invernadero que otros en los que predominan los alimentos de origen animal o alimentos altamente procesados debido al origen vegetal de sus alimentos más relevantes, ligados todos ellos a la temporalidad y al consumo de proximidad. Además, los alimentos clave de la dieta mediterránea requieren menos recursos hídricos y menos consumo de territorio, de ahí que una mayor adherencia a la dieta mediterránea revierta no solo en nuestra salud, sino también en la salud del planeta.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) define la alimentación sostenible como “aquella con bajo impacto ambiental que contribuye a la seguridad alimentaria y nutricional y a una vida saludable para las generaciones presentes y futuras. La alimentación sostenible protege y respeta la biodiversidad y los ecosistemas, es culturalmente aceptable, accesible, económicamente justa y asequible; nutricionalmente adecuada, segura y saludable; al tiempo que optimiza los recursos naturales y humanos”. La dieta mediterránea protege la salud y el medio ambiente. Por tanto, es una dieta sostenible.

La sostenibilidad de los sistemas alimentarios requiere de la implicación de todos los agentes sociales, desde las administraciones públicas a la industria agroalimentaria, sin embargo, la persona consumidora es un agente clave en la sostenibilidad, por su capacidad para realizar cambios en su alimentación hacia patrones más saludables y sostenibles, con el menor desperdicio posible de alimentos.

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Rellena este cuestionario de 14 preguntas para saber cuánto sigues la dieta mediterránea y qué puedes hacer para mejorar tu alimentación.

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